viernes, 11 de noviembre de 2011

Sexo.

Mi lengua fabricaba anillos de saliva al rededor de los afilados dedos de sus pies. Trazaba la silueta de sus piernas con tinta traslúcida, empleando la boca a modo de pluma; desde el empeine hasta la corola de su pasión. Deshojando sus pétalos con los dientes, dejando al azar si continuar la travesía o hacer un alto para contemplar y disfrutar de tan bella flor. Si, no, si, no, si, no, si. El destino había escogido, las corrientes de sangre que fluían bajo la piel se hacían con el control de mis intenciones; el cálamo con el que esbozaba su figura era ahora el aguijón de una abeja que rebuscaba, incesante, en busca del néctar con el que fabricar su miel, atraída por la belleza del alborozado y colorido capullo. Era hora de continuar cintura arriba, buscando el camino más escarpado hacia la cima, sus labios. Con parsimonia, sin acelerar un solo trámite, sintiendo como se retorcía como una culebra herida a causa del placer recién provocado. Vistiendo su silueta de seda líquida. Escalando por montes de cumbres que jamás conocerán la nieve, hasta alcanzar la empinada pendiente de su cuello; con los dientes como única herramienta para trepar, deseoso de alcanzar el manantial de vida, de mi vida, que yacía en su boca.

La recompensa brotaba achicada por su lengua, que salpicaba la mía extasiándome con la dulzura de su sabor. Imbuido por los instintos más básicos, sin querer ni poder hacer nada para contrarrestar el efecto hipnótico que aquellas dos orbes de color miel provocaban en mi ser, me aventuré en su cuerpo, más allá de las barreras con las que la piel coarta el amor de dos cuerpos desnudos y sudorosos. Ahogaba la furia de mis envestidas en el muro de su cintura. Una y otra vez. El placer me carcomía, trataba de aflorar más allá de mis las trabas que le ponía, alargando el apogeo del regocijo, un sentimiento que invitaba a desafiar el concepto de perfección. Unidos en perfecta simbiosis y compitiendo por ver qué castigo era el más gozoso, si sus arañazos o mis mordiscos. Condenados a no poder mantener ese estado permanentemente.

sábado, 8 de octubre de 2011

Proximidad.

Iba en el metro y miró a su alrededor, era hora punta y la gente abarrotaba los vagones. Él, aturdido por la multitud que hablaba, gritaba, mendigaba y leía acomodado a los vaivenes, tenía que apartar para poder hacerse un hueco a esa mujer que conversaba a voces con su hermana por teléfono, a ese ecuatoriano que escuchaba música con sus cascos rojos de marca o esa quinceañera que chateaba, preocupada, con su amiga por el examen de la semana próxima. Seguía examinando a quién le rodeaba, los sentía físicamente, notaba como le robaban el aire que flotaba, usado, en aquella estancia. Percibía codos ajenos incándose en sus costillas. No podía dejar de mirar a aquella muchedumbre preguntándose si realmente escuchaba la conversación familiar de aquella señora o la música que escapaba de los auriculares rojos. Comprobaba una y otra vez como, efectivamente, allí estaba toda ese gentío, compartiendo 30 metros cuadrados con él. Aún así, todo era una ilusión que efervescía en el líquido de la realidad. Allí no había nadie. Solo ella.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Palabras.

Las palabras van y vienen, fluctúan, se contraen y se dilatan, se diluyen en la brisa del abandono. Solo son letras encadenadas. Una tras otra. Amalgamas de tinta o vibraciones que dan lugar al sonido. Las palabras son criaturas condenadas al martirio del olvido. Las palabras se las lleva el viento, dice el refranero popular. Y con lo que el viento no puede acabar, lo harán las llamas alejandrinas.

Todo se encuentra supeditado a los caprichos del devenir. Confiar en las palabras es encomendarse a la destreza de la suerte para solidificar el aire o el papel en hechos. Aquel que lanza aseveraciones y favores al aire desconoce el futuro. Sus afirmaciones son inertes, cargadas de un sentimiento o una intención que no son reflejadas al articular vocablos. La cuestión es creer en los propósitos con los que éstas son liberadas al igual que en aquel que las hace libres, las palabras. Confiar en el ser humano y no en lo que éste dice. Ceder ante la idea de que este hará todo lo posible para adecuar el devenir a aquello que dijo, de cumplir su promesa.

Ahí reside la diferencia entre el político y el amante o el amigo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Ser o no ser.

No volvió a ser el mismo. Aquel hombre de andares acompasados y férrea rigidez caminaba ahora cabizbajo, mostrando una debilidad palpable en los rasgos de su rostro. Sus ojos de verde iridiscencia parecían ahora dos canicas erosionadas por el roce contra el suelo, la esclerótica ya no era la perla que deslumbraba a aquel que se atrevía a observarla antaño y su iris se tiñó de marrón. Las lágrimas, al igual que la lejía, limpian y purifican en pequeñas dosis pero descoloran y secan cuando éstas son elevadas. Quién lo ha visto, quién lo ve y sombra de lo que fue. Aquel ser errante nunca se recuperó, no pudo recuperar esa energía vital que hace que los huesos no se curven bajo el peso del mundo, que los rasgos de la cara abandonen su estado de demacración y se mantengan tersos y relucientes. No, no pudo con aquello. Poco le importaba que aquel éter vital ya no circulase por sus venas y arterias al igual que ya no le molestaba haber perdido el tono áureo y la suavidad de su cabello, podía malvivir llevándose la mano a la cabeza, estirar con fuerza y contemplar con nostalgia el negro y áspero mechón que acababa de extirpar. Había aprendido a convivir con las lágrimas y con la impotencia, ahora amigas íntimas.

Lo que no le permitió recuperarse es que cuando se plantaba frente a un espejo, su columna vertebral se erguía hacia el cielo con una compostura digna de una estatua, la luz que sus verdes ojos le cegaba y el tirón de pelo que en su mano contemplaba negro como el carbón era rubio en el reflejo. Cuanto más se arrastraba por el suelo, más soberbia era la silueta reflejada. Cuanto más se lamentaba uno, más reía el otro. El abismo existente entre aquellos dos entes le hundía en la desolación más terrible que aquella pobre vida conoció. La incertidumbre de no saber quién eres.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Crear o destruir.

Concebir o asesinar. Escribir o quemar. Construir o demoler. Criar o abandonar. Plantar o talar. Curar o envenenar. Perdonar o culpar. Limpiar o ensuciar. Edificar o detonar. Elogiar o calumniar. Decir la verdad o mentir. Idear o plagiar. Comprar o robar. Amar u odiar. Crear o destruir; todo se resume en eso. Cuán difícil es crear en comparación con la sencillez que supone destruir. Supongo que si acabar con el trabajo y el esfuerzo de alguien de un plumazo no fuese tan sencillo, el sudor y la sangre derramada empleada en crear no tendría valor.

martes, 6 de septiembre de 2011

Doctor, Doctor.

-Buenas noches doctor.

-Hola Raúl ¿A qué se debe tu visita?

-Necesito tratamiento urgente, soy gilipollas.

-No te preocupes, es una enfermedad muy común, aún así, antes de precipitarnos, coméntame tus síntomas.

-Veamos... es complicado, últimamente sufro de insomnio doctor, un tormento desconocido me azota en la oscuridad de la noche, es extraño, el sueño me domina pero mi cuerpo no se entrega a él, aún con la mente en blanco.

-Ahá, comprendo...

-La cosa no acaba ahí, la lista de males continúa y al insomnio le siguen los cambios de humor, es... es... difícil de expresar doctor.

-Tengo toda la noche, adelante.

-Digamos que hay instantes en los que querría lanzarme con los brazos abiertos contra todo el mundo, respecto a lo de todo el mundo me refiero a las personas allegadas, usted ya comprende. En cambio, en otras ocasiones, fíjese usted como son las cosas, que el cuerpo, la mente o el alma, como quiera llamarlo, me arrastra hasta la soledad más hermética, de la que se alimentan el resto de mi lista de achaques.

-¿Quieres decir que aún hay más síntomas?

-No muchos más, algunos, pero no se vaya a pensar usted que soy hipocondríaco o algo así, simplemente quiero un diagnóstico acertado. No me malinterprete, no dudo de su precisión, solo es para mí tranquilidad.

-No te preocupes, ya le he dicho que tenemos tiempo de sobra, así que tranquilízate que te noto algo tenso y continúa con tu oratoria.

-De acuerdo, espérese que recupere el hilo... uhm... ¡Ah sí! Estaba acabando de decirle lo de mis cambios de humor. También sufro de una nostalgia irremediable la mayoría del tiempo, me vienen cosas a la cabeza, reflejos, flashes e instantes que poca lógica tiene adherirlas a mis reflexiones presentes, digo yo, quizás me equivoque... quizás, quizás... ¡Malditos quizases! ¡Estoy harto de ellos! Aparecen por todos lados, agrietan tus decisiones, se cuelan entre la ilusión de tu certeza, lentamente, como el agua en las rocas cuando se congela, se filtran cuidadosamente y cuando la temperatura baja, el agua, al igual que la duda se hace más sólida que la propia roca y la resquebraja haciéndote creer que el hielo es roca y que la duda es certeza. Entonces crees que una cosa es la opuesta hasta que el calor del alba derrite el agua y funde la solidez de la duda, devolviéndola a su estado líquido [...] Perdone doctor, como ya le he dicho, mi estabilidad anímica no es la más consistente.

-No padezcas Raúl, te comprendo y entiendo tu desazón, créeme.

-¿De veras? Entonces supongo que estaba en lo cierto, soy gilipollas entonces.

-No creas Raúl, aunque nunca hay suficiente información para descartar tal cosa, yo creo que es solo un síntoma más, hablo de que te sientas así, imagino que en tu lista también habrá algo de frustración y angustia ¿ Me equivoco?

-Ahora que lo dice sí, se nota que usted sabe de esto. Me inquieta eso que dice, que el hecho de que me sienta así es solo algo que forma parte de mi enfermedad.

-Yo no he dicho que estés enfermo, el cuerpo reacciona a ciertas situaciones de determinadas maneras. Y lo que creo, es más, estoy seguro de que todo ese conglomerado de síntomas señalan hacia una dirección. Raúl, tienes miedo.

-¿Miedo? ¿De qué habla doctor? Si hay veces que me flagelo por lo contrario, por no sentir nada de él, me pregunto constantemente por qué no me domina cuando en una situación así él debería controlarme a su merced.

-No hablo de ese tipo de miedo, Raúl, aún así es curioso eso que me acabas de comentar. Hablo de un tipo de éste poco común, es más, no sabría si calificarlo como tal. Digamos que es el malestar que el conocimiento de un cambio inminente provoca en el paciente. No es nada grave.

-¿Me receta algo?

-Calor humano, todo el que tu cuerpo pueda absorber. Abraza y déjate abrazar. Amigos, familia y amante. Dedícales los días y horas previos al cambio y verás como tu estado remite hasta desaparecer.

-Muchas gracias doctor, eso haré.

-Oye Raúl, una última cosa como doctor antes de que te vayas ¿Cuándo dejarás de hablar contigo mismo?

-Que sepa que no está mal tenerle a usted como alter ego, esto todo un honor, nunca sabe uno cuando va a necesitar un doctor. Así que creo que usted va a poder cansarse de mí.

-Será un placer, no olvides pagar al salir, en efectivo, como siempre.

-Así será. Un cordial saludo doctor, nos vemos.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La historia de una historia.

Una historia no acaba nunca, solo da paso a otra. Lo que parece ser el final de una es el comienzo de la siguiente. Puedes intentar deducir donde comienza tu historia, cuál es el principio de tu existencia, pero tendrías que buscar la respuesta en las historias de tu madre y de tu padre y en las de sus antepasados, en todos y cada uno de ellos. Así eternamente hasta alcanzar la conclusión de que las historias tampoco tienen comienzo. Todas éstas se aglomeran en una; la historia de la vida, y ésta a su vez se desglosa en cada una de las infinitas y diminutas particiones de tiempo que la experiencia o la imaginación dan lugar.

Las historias se cuentan, se escriben, se imaginan, se sueñan y sobre todo se viven. Las historias están hechas para ser compartidas, pueden existir o no hacerlo; pueden tratar sobre dragones o sobre la crueldad y la bondad del ser humano. Cuando se trata de historias no hay límite. Son la esencia del ser humano, la razón y la pasión se hacen uno para dar lugar al jugo del que se nutre la curiosidad, el entendimiento y el entretenimiento.

Sin ellas no somos nada puesto que cada uno de nosotros es una historia, somos algo que contar, un pensamiento, una ideología, una experiencia o un sentimiento. Crecemos conforme nuestra historia engrosa y maduramos a su par. La rectificamos e interactuamos con otras, se crean vínculos entre ellas. Te puedes hacer amigo o enamorar de ellas, o puedes odiarlas hasta el punto de querer que desaparezcan. Incluso es posible que te apene el hecho de que comience una nueva y de que la gran historia de nuestras vidas continúe su curso, arrolladora. El cambio y la renovación es su ley.

domingo, 7 de agosto de 2011

Papeles y otros condicionantes.

El estrés y las prisas los abordan y desbordan, los miles de quehaceres que trae consigo su intención cobran un valor místico, mágico y espiritual. Van a hacerlo y la hipocresía se manifiesta en color blanco virginal, en arroz sobrevolando velos y cabellos engominados y en floridos adornos. Mezclan lo sentimental con lo material. Sellan el énfasis de sus cuerpos y sus mentes, la pasión de sus intenciones y la intensidad con la que le deseo hacia la otra persona se manifiesta con una copiosísima cena y una gran borrachera.

Quizás sea yo el hipócrita, quizás algún día piense que un trozo de papel y unos miligramos de tinta negra puedan llegar a condicionar el amor de dos personas. Si algún día lo hago, os diré por qué lo hice, mientras tanto; no lo entiendo.

Un cordial saludo.

miércoles, 20 de julio de 2011

El arte de equivocarse.

Tomar decisiones es un arte. En cierta medida todos somos artistas de la elección y al igual que en cualquier otro arte, las obras, y con ello me refiero a cada dictamen, manifiestan los sentimientos y las intenciones del que lleva a cabo la elaboración. Plasman un largo periodo reflexivo sobre un soporte efímero y al igual que un cuadro pueden ser destruidas o reelaboradas.

Hay juicios más elaborados que otros, sentencias que se comprenden con el transcurso del tiempo y las hay incluso que como en todo arte, solo se valoran una vez el autor ha muerto.

Pero a decir verdad, todo esto me da igual. No me siento precisamente un artista en estos momentos y probablemente tenga en mis manos los pinceles con los cuales he de dibujar el boceto de mi vida. Tengo miedo y supongo que no es un miedo irracional. Temo dejar desdibujada alguna parte importante antes de que sea demasiado para poder borrar.

domingo, 3 de julio de 2011

Una duda.

No sé qué hacer, tengo un duro dilema acerca de cómo he de comportarme. ¿He de llorar porque mi piel ansía sus caricias y mis labios su saliva o he de reír a llegar a la conclusión de que jamás mi piel ha necesitado tanto una caricia ni mi boca ha necesitado tanto ese dulce éter que emana de su luenga?

Creo que reiré, derrocharé sonrisas y carcajadas al comprender que la vida de un ser humano puede regirse por algo más que la materia.

domingo, 26 de junio de 2011

Cuerpos por cuerpos.

Uñas por dientes y labios por labios,
comercio de pasiones y atropellos,
trueque de perversiones y resabios.

Comienzo en sus cenizos cabellos,
plagados de infinitas cabriolas
que danzan al ritmo de mi resuellos,

en cumbres culminadas en areolas
y valles enterrados en albos cueros,
en iris castaños que me controlan.

Y no acabo pues quedo muerto,
postrado entre mechones y corolas.
Aquí, bajo el candor de su sexo.

domingo, 19 de junio de 2011

Incertidumbre.

La llama de un vela oscilaba suavemente al ritmo de los suspiros de dos cuerpos condenados a desearse mutuamente. La incandescencia proyectaba sus siluetas en la pared, reproducía en la pantalla de yeso la ceremonia por la cual sus perfiles se condensaban en un solo contorno. La combustión de sus corazones daba melodía al accidente natural y el ambiente, atestado de partículas de sudor suspendidas en el aire, comenzaba a caldearse.

No eran más que dos sombras sudorosas, dos imágenes impresas en un muro blanco que no alcanzaban a razonar nada más de lo necesario para evitar la separación de sus perfiles. No les importaba lo que pasaría cuando las llamas se apagasen, eran incapaces de concebir lo que ocurriría cuando el candor que habitaba en su pecho se fuese con el último ápice candente de la vela y sus contornos se perdiesen en la oscuridad.

A pesar de su indiferencia, la incertidumbre reinaría en aquel momento -en su feudo, la oscuridad-, siendo ésta la incapacidad de ubicar sus siluetas en las tinieblas, la imposibilidad de localizar fríos contornos rotulados en el níveo mineral, en tener que hallar la certeza de su existencia lanzando las yemas de sus dedos al vacio, tratando de pescar un mechón de pelo, unos labios o un cuello en la oscuridad, acariciarlo y confiar en que pertenezca al cuerpo que originaba la sombra. Porque la extinción de la llama no supone nada.

jueves, 16 de junio de 2011

Limpieza.

Limpiar. Qué poco me gusta. Aún así, he de reconocer que tras este acto se encuentra un proceso de purificación terrible. Ayer le dedique 4 horas a esta labor. Amontoné, clasifiqué, recogí, le di algo de forma al caos que habitaba en el recinto de mi habitación y elegí. Escogí aquello que quería que perteneciese al presente de mi existencia y deseché aquello que por una razón o por otra prefiero dejarlo en el pasado. Alejé todo aquello de lo que ya no pretendo estar rodeado, pero no lo destruí, lo reciclé. Todo era papel, cosa importante porque el hecho de reciclar este material lleva inscrito la magia. Es fascinante saber que aquel folio en el que aprendiste a derivar otro aprenderá a sumar, que en aquel trozo de papel el que declaraste tu amor, otro dibujará la silueta de su ángel no correspondido. Y por qué no alguien, quizás, te dedique unas palabras en la misma página en la que tu lo hiciste una vez a otra persona. Todo fluye y se renueva con fantasía. Recicla.

Un cordial saludo.

lunes, 13 de junio de 2011

Selectividad.

Nervios. Lo inundan todo. Las caras de aquellos que se van a enfrentar a su futuro así lo manifiestan. Los jóvenes buscan con impaciencia el aula en la que tienen que demostrar en hora y media todo lo aprendido en una vida. Buscan sus carnets de identidad en sus bolsillos, bolsos, carteras o mochilas. Se lo llevan a la boca, lo muerden con fuerza mientras sus ojos se desplazan horizontalmente a una velocidad vertiginosa a lo largo de un folio repleto de apuntes. No sirve de nada pero el sujeto aprovecha la mínima oportunidad para rascarle algo de conocimiento a los inertes trozos de papel. Los llaman y acuden en trompa hacia la voz que pronuncia sus nombres. Enseñan sus carnets y entran en el aula dándole golpecitos a la foto en blanco y negro impresa en el trozo plástico. Nervios, nervios y más nervios. El joven mira a su alrededor y se encuentra con los de su especie, intenta consolarse con las caras de desubicados que éstos visten. La técnica parece funcionar.

Otra persona ha aparecido de la nada con un sobre marrón en la mano, lo abre y el instrumento de juicio aparece bajo el papel marrón. Se reparten y el chaval se pone manos a la obra. Acaba y los nervios desaparecen, hasta el próximo examen.

¡Oh! Qué curioso es observar al ser humano, qué curioso es apreciar la manera en la que trata de alcanzar sus fines. Es precioso verles las caras a estos especímenes a medio desarrollo cuando acaban selectividad. Es mágico cómo se elevan hacia su propia nube, un lugar en el que no quieren visitas que traigan con sigo estas palabras:"la vida sigue".

domingo, 12 de junio de 2011

Pues vaya, qué desengaño.

¿Qué sentido tiene estudiar para seguir estudiando en una existencia en la que no se vive para seguir viviendo? Trabajar dirán algunos. Qué triste, digo yo.

martes, 31 de mayo de 2011

Profesor, escúchese.

-No quiero tener que recordarte que son personas - dijo una voz que emanaba de ningún lugar.

-¿Te refieres a los alumnos? - Contestó con normalidad a la voz inexistente -. Pero si no han estudiado, mira que exámenes más pobres me han hecho.

-¿Tú crees? ¿En casa de cuantos de tus alumnos has estado mientras "no estudiaban"?

-¡Calla! No hace falta, eso se ve cuando corriges, y no han estudiado... si es que mira, mira como no han hecho suficientes problemas. Se ve, te digo yo que se ve, que el examen estaba chupado y aún así ha suspendido casi toda la clase. Estoy muy enfadada.

-Ya sé que para ser la voz de la conciencia soy muy pesada, pero ¿no crees que eso de juzgar por las bravas a tus alumnos no dice nada bueno de ti? - Replicó la voz.

-¿Juzgar? Eso no es juzgar, eso es la verdad, que te lo digo yo, que no han estudiado, han dejado mi materia que es la más importante de lado. Se han confiado. Si te lo digo yo, que no han hecho suficientes problemas.

-Lo que tu digas, yo solo quería decirte un última cosa; cada vez que le dices, sin tener ni idea, a uno de tus alumnos, que no han estudiado estás tirando por tierra todo su esfuerzo, por poco que sea. Menos mal que algunos no te van a volver a ver más.

-Pero si hubiesen estudiado habrían sacado buenas notas y no me habrían hecho los exámenes esos que me han hecho -Añadió con rotundidad.

-Como tú quieras, me vuelvo a dormir, que aquí no pinto nada pero no olvides que cualquiera puede tener un día "espeso". Aunque tú eso ya lo sabes. Adiós.

Y esta ha podido ser la conversación entre más de un profesor y su conciencia.

sábado, 28 de mayo de 2011

Psicotrópico.

Allí estaba, nadando en un mar de petunias y crisantemos, deslizando la voluptuosidad de su silueta entre pétalos morados y campanas coloradas. Yo contemplaba el vello incipiente en la base de la tripa que se destapaba bajo la opacidad de una corola fucsia, parpadeaba y comenzaba a recorrer con la vista los trazos que delimitaban su figura separando de manera física lo mundano de lo fascinante. Paraba, cerraba los ojos y los abría de nuevo, lentamente, aterrado ante la posibilidad de que aquel delirio se hubiese diluido en el jugo de la razón. Seguía allí. Una leve brisa recogía su fragancia junto a la de su guarnición floreada, las mezclaba e impulsaba aquel cóctel por mis fosas nasales, provocando que su esencia detonase en mi cuerpo la más tórrida de las alteraciones vividas. Se incorporó sobre el florido tapiz dejando descubiertos todos los entresijos de su cuerpo. Mi imaginación dejó de trabajar y la sangré se olvidó de abastecer el cerebro de oxigeno. Un olor a vainilla me llegaba a los pulmones en cada respiración mientras veía como el tono níveo de su piel se disolvía en los arrebatos de la brisa. Se ha ido, y con ella, los efectos de la droga.

martes, 24 de mayo de 2011

Exámenes.

Tazas humeantes, cucharas que se amontonan junto a unos recipientes que no hace mucho rebosaban cafeína y teína, botellas de agua vacías y platos sin alimento, montañas de desidia y ropa amontonada en los rincones. Polvo y camas deshechas. Pastillas para el dolor de cabeza. Folios y un mar de virutas de borrador componen una capa opaca sobre el resto de útiles que descansan en la mesa, desgastados por el uso.

La sangre fluye acelerada por el té y el café, se detiene en seco ante el cansancio súbito justo antes de que la cafeína vuelva a hacer efecto. El sueño solo es una imagen ilusoria del pasado. La noche es larga.

lunes, 16 de mayo de 2011

Con mayúscula.

Y qué si te hablo de amor. Qué ocurre si te digo que ya no creo que sea una invención cultural ni una escusa para justificar el sexo, que no es cosa tan solo de apuestos príncipes montados a los lomos de un caballo de crines impolutas y princesas de áureos cabellos y vestidos de seda. Y qué si cojo toda la sinceridad que me quepa en la boca y la escupo para que ésta vuele hacia tus oídos en forma de "te amo". No me queda más remedio que comprobarlo.

Poetas torturados, ahora entiendo vuestro flagelo; os comprendo cuando diluís la tinta de vuestra pluma en charcos de lágrimas y la restregáis a lo ancho del papel, ensombreciéndolo con vuestra discordia. Ahora conozco la causa que os mueve a la creación, cómo os retozáis en vuestra impotencia puesto que sois incapaces de darle forma a la infinitud que vislumbráis tras la palabra Amor.

sábado, 14 de mayo de 2011

Final feliz.

Despiertas del sueño. Una gota de sudor frío se pasea por tu frente mientras intentas ordenar el caos de imágenes que se arremolinan en tu memoria. El mundo se extinguió allí, en aquel lugar onírico del que provienes. La noche caía sobre los tejados de los edificios haciendo fuerza contra el suelo al mismo tiempo que las sombras se esparcían cubriéndolo todo. Aquella capa de tinieblas presagiaba el comienzo de la noche y el final del todo. Intentas recordar tu desenlace soñado y a la mente vuelve el estoicismo con el que afrontaste la extinción. La abrazaste, no te lanzaste a la calle a pregonar el apocalipsis como hacía el resto. Hundiste la nariz bajo su barbilla y succionaste toda la fragancia que tus pulmones podían contener. Le dijiste que la querías y le preparaste la cena a la luz de las llamas que emanaban en corro alrededor del hornillo. Cenasteis por última vez. Os desnudasteis y os amasteis sintiendo la pasión fluir entre las venas y las arterias, conscientes de la fugacidad con la que la canícula de vuestros cuerpos se vaporizaba. Os dejasteis abrazar por la oscuridad terminal tras dedicaros una mirada y os entregasteis al sueño mientras los gritos rotos de aquellos que no aceptan el final se fundían con la penumbra. Pobres hombres y mujeres, pensaste. Pobres porque son incapaces de aceptar que cada noche puede ser la última, porque no viven su última noche todos los días.

Tú dormías ajeno al caos y a la muerte que se respiraba en las calles, como una noche cualquiera.

La gota de sudor desciende ya por la sien y un sentimiento extraño te invade, probablemente sean las consecuencias de estar recién levantado o quizás, te sorprendas al darte cuenta de que no te importaría tener un final así.

viernes, 13 de mayo de 2011

Orgasmo.

La vida es una cópula. Desde que tienes constancia de dónde estás, es decir, desde que eres consciente de la vitalidad que fluye por ti o del mar de sudor y saliva en el que te encuentras sumergido; del éxtasis que supone vivir o hacer el amor, solo buscas desesperadamente la prolongación de este estado, eso sí, sin dejar de desear con terrible ansiedad su final. Pretendes alcanzar el súmmum dejando en el camino las caricias, los besos y los abrazos, preparando un buen airón de gemidos para despedirte del proceso, un mecanismo del cual solo apreciamos el momento postrero. Si en vez de pretender la eyaculación, tuviésemos como objeto deshacernos en caricias y en arrumacos mientras tanto, disfrutar del trance y del calor hasta que el orgasmo, como la misma muerte, se abalanzase sobre nuestros cuerpos, siendo algo inesperado al mismo tiempo que deseado, la muerte, tal vez no sería tan mala, al igual que el orgasmo no sería tan bueno; siempre y cuando se viva con intensidad los respectivos preludios.

martes, 10 de mayo de 2011

Párate y bébete un zumo.

Entre el ajetreo y el estrés al que estamos acostumbrados no solemos detenernos a mirar en nuestro interior dejando a un lado el flujo del tiempo y centrándonos en el instante presente. Vamos a remolque del devenir, ausentes de la vigencia de cada segundo, inmersos en especulaciones acerca del lugar al que queremos llegar. El futuro, la meta, el fin, esa ilusión inalcanzable a la que nos vemos abocados inconscientemente. No hay futuro. Detente y disecciona el momento en el que estás viviendo antes de que se diluya. Disfruta de él o súfrelo, intensifícalo, exprímelo, bebe su jugo y estremécete ante su acidez o sucumbe ante su dulzura. Descubre el significado de "saborear la vida".

El futuro es inaprehensible, pero aún así nos empecinamos en alargar la mano para agarrarlo, pretendemos sujetarlo en alto y agitarlo a nuestra merced. Ilusos. Nos olvidamos de la incapacidad que existe al pretender hacerse con la nada. Nos olvidamos de que lo único certero más allá del "ahora" es la incertidumbre, o en su defecto, la putrefacción del cuerpo. Y entre tanto olvido no recordamos que la felicidad solo es posible en presente.

Un cordial saludo. Raúl.

domingo, 8 de mayo de 2011

Lágrimas.

Las lágrimas caían en cascada por mis mejillas, se bifurcaban en pequeños riachuelos salados; unos acaban en mis labios, otros se extinguían a la altura de la barbilla y el resto fluía libre hasta encontrarse con la negra densidad de una barba que acumulaba ya un par de semanas de crecimiento. Mientras tanto, yo estaba parado frente a ella, con un cuchillo en la mano. Me preguntaba si fue aquel corte transversal el que le arrebató la vida. Ahora daba igual, las lágrimas seguían naciendo de manera incontrolada. Miraba el cuchillo en mi mano antes de posarlo sobre el cadáver y centrar toda mi atención en continuar con aquella carnicería, en destripar y mutilar con la maestría característica de aquel que está acostumbrado a hacerlo a diario. Cuanto más me cebaba con sus restos y más atención ponía en desintegrar sus entrañas, más fluido lacrimoso emanaba de mis ojos. Recordaba sus curvas revestidas por un cuero tostado y suave; de la forma curva de su cuerpo no quedaba nada reconocible y la piel la deseché, la arrojé a la papelera antes de que la putrefacción se abalanzase sobre ella. Por mucho que me guste comerme sus vestigios, me he jurado no volver a hacerlo, no lo haré de nuevo. No. No volveré a cortar más cebollas.

sábado, 7 de mayo de 2011

Magia.

Comienza a llover y las primeras gotas golpean en el cristal dando lugar a un sonido que actúa a modo de pregón. La tormenta se acerca y con ella el hechizo que formulan las gotas de agua al precipitar, enfrentadas unas contra otras por alcanzar el suelo antes que su semejante, creando hileras vivas en los cristales de las ventanas, dando vida a una palmera que espera con ansia su visita o a una morera que con alegría recibe las envestidas de las argénteas chispas en sus hojas. Aquel que diga que la magia no existe es porque nunca se ha parado en el alféizar de un ventanuco a contemplar tal espectáculo natural, a ver como un hombre camina sin paraguas, sorprendido ante la espontaneidad del agua o a disfrutar desde su escondrijo de la exhibición que dos enamorados ofrecen al mundo al recibir con desesperación toda la furia que las nubes tenían contenida en sus cabezas, en sus rostros y en sus labios, ahora conectados.

La lluvia cesa, pero el encantamiento permanece en el húmedo tapiz que queda en el suelo, en el aroma a magia recién acontecida o en el cántico de los pajarillos que lamentan la marcha de la tormenta.

La magia queda atrapada en forma de vida.

viernes, 6 de mayo de 2011

¡Gritad gamberros!

En España, mi país, caminar por el filo de la mayoría de edad hace libre a este funambulista de todo el mundo existente que hay más allá del fino alambre que pisa. La temeridad del joven incentivada por un cóctel de hormonas no le permiten ver que dentro de un par de años, si todo sigue como lo hace, se encontrará junto a sus compañeros, los equilibristas, engrosando la cola del paro.

La política queda fuera del horizonte de este ser de 17 años, lejísimos, tanto como a un par de meses. Puede que esa sea la causa de que a estas edades, en mi país, la conciencia política sea nula, y ya ni hablemos de las responsabilidades que la democracia trae consigo. Se organiza una huelga general para el trabajador porque hay unas cotas de paro sacadas de una película de terror, pero al chaval de 17 años se le olvida que hay un 40% de paro juvenil. ¿O acaso ni lo sabía? Y si lo sabía, qué hace acudiendo cada mañana a ese lugar al que le forman a uno para trabajar -paradójico ¿no?-. No lo sé, supongo que en mi país está mal visto que un niño (nótese la ironía) de 17 años falte al instituto un día, qué digo faltar, que se revele y haga que lo cierren, que defienda su futuro y que se haga oír. Eso en mí país eso es ser un gamberro.

Que conste que no hablo de violencia. Nunca. Pero parece que en mi país los jóvenes de 17 años estemos contentos con nuestro futuro. Yo aún no he oído a nadie quejándose, y de hecho veo la quietud y la sumisión de mi generación y la comparo con la de otros países, por ejemplo con Francia: hará unos meses, allá por octubre, los jóvenes se ausentaban de las clases y cerraban sus centros, gritaban y montaban alboroto. Yo los oí desde mi casa, no quiero ni imaginarme como tendría la cabeza Sarkozy. No hay color.

Imagino que en Francia la tradición política está más arraigada en la sociedad. Visto lo visto, mucho más que aquí. Pero no desespero, soy consciente de que eso que para mí es una responsabilidad para con uno mismo y para con el conjunto, no es más que una actitud revolucionaria y un tanto fantasiosa. Así que, desde mi optimismo, invito a todos los jóvenes a hacerse oír, a gritar y a manifestarse por un futuro. ¡Gritad gamberros!

Ni siquiera las estrellas brillan hoy

Ni siquiera las estrellas brillan hoy. Miro el mapa del cosmos y no hay puntos resplandecientes o cuerpos incandescentes que me guíen, ni mucho menos está ella. La visibilidad del cielo estrellado está impedida por una densa capa de neblina, una cortina de sufrimiento que no me permite escapar de este planeta. No puedo transportarme a ese lugar al que tanto me gusta acudir y recibir de sus melosos labios, sus besos. Mis dedos se ven sin sentido al no poder rastrillar su pelo y la ausencia de la seda de su cabello me atormenta, me golpea y me flagela [...]