No sé qué hacer, tengo un duro dilema acerca de cómo he de comportarme. ¿He de llorar porque mi piel ansía sus caricias y mis labios su saliva o he de reír a llegar a la conclusión de que jamás mi piel ha necesitado tanto una caricia ni mi boca ha necesitado tanto ese dulce éter que emana de su luenga?
Creo que reiré, derrocharé sonrisas y carcajadas al comprender que la vida de un ser humano puede regirse por algo más que la materia.
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