jueves, 16 de junio de 2011

Limpieza.

Limpiar. Qué poco me gusta. Aún así, he de reconocer que tras este acto se encuentra un proceso de purificación terrible. Ayer le dedique 4 horas a esta labor. Amontoné, clasifiqué, recogí, le di algo de forma al caos que habitaba en el recinto de mi habitación y elegí. Escogí aquello que quería que perteneciese al presente de mi existencia y deseché aquello que por una razón o por otra prefiero dejarlo en el pasado. Alejé todo aquello de lo que ya no pretendo estar rodeado, pero no lo destruí, lo reciclé. Todo era papel, cosa importante porque el hecho de reciclar este material lleva inscrito la magia. Es fascinante saber que aquel folio en el que aprendiste a derivar otro aprenderá a sumar, que en aquel trozo de papel el que declaraste tu amor, otro dibujará la silueta de su ángel no correspondido. Y por qué no alguien, quizás, te dedique unas palabras en la misma página en la que tu lo hiciste una vez a otra persona. Todo fluye y se renueva con fantasía. Recicla.

Un cordial saludo.

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