viernes, 6 de mayo de 2011

¡Gritad gamberros!

En España, mi país, caminar por el filo de la mayoría de edad hace libre a este funambulista de todo el mundo existente que hay más allá del fino alambre que pisa. La temeridad del joven incentivada por un cóctel de hormonas no le permiten ver que dentro de un par de años, si todo sigue como lo hace, se encontrará junto a sus compañeros, los equilibristas, engrosando la cola del paro.

La política queda fuera del horizonte de este ser de 17 años, lejísimos, tanto como a un par de meses. Puede que esa sea la causa de que a estas edades, en mi país, la conciencia política sea nula, y ya ni hablemos de las responsabilidades que la democracia trae consigo. Se organiza una huelga general para el trabajador porque hay unas cotas de paro sacadas de una película de terror, pero al chaval de 17 años se le olvida que hay un 40% de paro juvenil. ¿O acaso ni lo sabía? Y si lo sabía, qué hace acudiendo cada mañana a ese lugar al que le forman a uno para trabajar -paradójico ¿no?-. No lo sé, supongo que en mi país está mal visto que un niño (nótese la ironía) de 17 años falte al instituto un día, qué digo faltar, que se revele y haga que lo cierren, que defienda su futuro y que se haga oír. Eso en mí país eso es ser un gamberro.

Que conste que no hablo de violencia. Nunca. Pero parece que en mi país los jóvenes de 17 años estemos contentos con nuestro futuro. Yo aún no he oído a nadie quejándose, y de hecho veo la quietud y la sumisión de mi generación y la comparo con la de otros países, por ejemplo con Francia: hará unos meses, allá por octubre, los jóvenes se ausentaban de las clases y cerraban sus centros, gritaban y montaban alboroto. Yo los oí desde mi casa, no quiero ni imaginarme como tendría la cabeza Sarkozy. No hay color.

Imagino que en Francia la tradición política está más arraigada en la sociedad. Visto lo visto, mucho más que aquí. Pero no desespero, soy consciente de que eso que para mí es una responsabilidad para con uno mismo y para con el conjunto, no es más que una actitud revolucionaria y un tanto fantasiosa. Así que, desde mi optimismo, invito a todos los jóvenes a hacerse oír, a gritar y a manifestarse por un futuro. ¡Gritad gamberros!

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